John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 27 de marzo de 2016

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

La tradición de los huevos de Pascua se remonta a tiempos muy antiguos
y tiene que ver con el huevo como símbolo de (re)nacimiento
 
En la lectura, como en la vida, se puede pecar por acción o por omisión. En el primer caso, está claro lo que ocurre: engañados por los cantos de sirena de la publicidad, o haciendo caso a la recomendación de alguien de cuyo criterio debimos desconfiar, caemos en manos de algún libro horrible, que nos hace maldecir el tiempo empleado en leerlo. El pecado por omisión es precisamente lo contrario, y tal vez resulte más lamentable aún que el anterior: nos abstenemos de leer determinado libro simplemente porque el tema no parece atractivo, privándonos así durante meses o años de un goce que debimos descubrir mucho antes. Como si el "tema", o lo que de este se dice en el texto de solapa y en las reseñas, tuviese alguna importancia; deberíamos ponernos en algún lugar bien visible un cartel muy grande que dijera "En literatura, lo importante es el cómo, no el qué". Yo no soy mucho de pecar por acción -con los años, he aprendido a hacer oídos sordos a según qué medios y personas-, pero me temo que tiendo a pecar por omisión. Últimamente, me ha pasado  (vamos a confesarlo abiertamente, aprovechando que estamos en días de penitencia) con dos autores de primera fila y he cometido con ambos omisiones injustificables. El primero de ellos es Javier Cercas: durante varios años, evité Anatomía de un asesinato por el prejuicio -tonto, como todos- de que "ya estoy un poco harta de oír hablar del 23 F"; por supuesto, cuando por fin lo leí descubrí que era un relato apasionante, que debía haber leído mucho antes. Encima,  he tropezado dos veces con la misma piedra, porque lo mismo me ha sucedido con Las leyes de la frontera: después de hacerle el vacío durante mucho tiempo, lo he devorado estas vacaciones. ¿Es una historia, como parece, de quinquis de los setenta? Pues sí y no. Como todas las buenas historias, es más que eso.  
 
 
Emmanuel Carrère (Foto: www,latercera.com)
 
 
Con el segundo autor, Emmanuel Carrère, la omisión ha sido más leve, porque ha durado menos, aunque también de Limónov pensé en un primer momento que no me iba a interesar la historia de un delincuente ruso (me interesó, y mucho) y me ha llevado bastantes semanas superar mi reticencia a tomar entre manos su última obra El Reino, por aquello de que el tema me parecía poco atractivo. Error, claro. Léanlo, no digo más.
Al principio de El Reino, Carrère cuenta que participó en la fase inicial de la escritura del guión de la serie Les Revenants porque encontró fascinante la premisa de la que partía: en un pueblo de los Alpes franceses, una serie de personas fallecidas regresa a sus hogares, no como zombis vengativos, ni como espíritus, sino como seres normales, que se ponen a prepararse un bocadillo en la cocina, o intentan entrar en la casa que habitaron años atrás (y se encuentran, con estupor, que la llave no encaja en la cerradura). Por supuesto, esto crea situaciones insólitas e interesantes, y de eso va la serie (al igual que me he sumergido en la lectura de Carrère, me he precipitado a ver la serie, que por ahora me tiene angustiada e intrigada a partes iguales; esperemos sólo que no lo estropeen con los trucos gastados de siempre).
 
 
 
 
Regresar de entre los muertos es imposible, todos lo sabemos, pero al mismo tiempo es lo que desearíamos, tal vez no tanto para nosotros mismos, sino para aquellos que amamos y nos han dejado. La idea germinal de Les Revenants me recuerda poderosamente a la de uno de mis relatos favoritos de Crónicas marcianas -del que ya hablé en un post anterior-, "La tercera expedición". Por muy inverosímil que parezca el concepto de la resurrección, ¿alguien se resistiría a acoger en su casa a la hija, el esposo, el hermano o el padre que perdió? Creo que yo, como les ocurre a los astronautas de Bradbury, tampoco sabría negarme. Fuesen cuales fuesen las consecuencias. En cualquier caso, ni El Reino ni Les Revenants tratan de resurrección, sino de todo lo que viene después.  Definitivamente, no es el qué, es el cómo.

6 comentarios:

  1. Me pasó lo mismo que a ti con Las leyes de la frontera.Me pareció un libro sensacional y le tenía un paquete a Cercas de cuidado.

    es que todavía soy más maniático, cuando un autor me cae mal, luego me cuesta muchiiiisimo leerme un libro suyo.

    Por cierto si sigues con Carrere leete El adversario.

    Encantado de comentarte después de muchos viéndote por casa molinos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Encantada de verte por aquí! Gracias por tu recomendación. Me temo que "El adversario" debe ser otro de los libros de Carrère que dejé de lado pensando que, como ya conocía la historia, no hacía falta leerlo. Habrá que ponerlo en la lista de próximas lecturas.

      Eliminar
  2. Agradezco tu recomendación de Carrère (a Cercas sí que lo frecuento) Trataré de seguir tus consejos y así evitarme un pecado (otro más) de omisión.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que encontrarás a Carrère un autor muy interesante. Su forma de narrar es muy particular.

      Eliminar
  3. También son una pecadora continua por omisión. Y no sé si tengo remedio final para mi actitud.

    ResponderEliminar
  4. Hola

    No caigo muy seguido por omisiòn sino por falta de tiempo y dinero pero cuando no me gusta un autor lo evito leer.

    Al contrario: o me interesa el tema principal del libro o relato o no lo leo.

    Con varios temas estoy màs que saturado y los eludo sean en lecturas,documentales o pelìculas.
    Ojo, no completamente porque es imposible cuando uno enseña.

    Saludos

    ResponderEliminar