John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 17 de julio de 2012

MI BIBLIOTECA (y VIIII): AUSENCIAS

Llegamos al final de esta serie dedicada a las bibliotecas de invitados. Como colofón, le toca ahora a la anfitriona el turno de retratar su biblioteca. Ha sido un placer acoger en mi blog a todas estas historias de bibliotecas. Puedo decir que mi curiosidad bibliómana ha quedado plenamente satisfecha, y espero que también la de los visitantes. Una vez más, mi agradecimiento a todos los que han participado, por su generosidad y su entusiasmo.

¡Cuidado! Leer puede ser mortal...

Supongo que sería ridículo decir que no creo tener una biblioteca. Sólo hay que entrar en mi casa y ver las paredes tapizadas de libros. Por todas partes: libros en el recibidor, libros en el salón, libros en los pasillos, en el dormitorio, en la cocina… por no hablar de la habitación que llamamos indistintamente “el estudio” o “la biblioteca”, que haciendo honor a su nombre está por completo forrada de libros. ¿No tienes una biblioteca? Venga ya, ¿y esto qué es? Bueno, vale, muchos libros. Muchísimos, si se quiere (siendo alérgica a este tipo de recuentos y estadísticas, nunca he querido saber la cifra exacta). Si alguien insiste, siempre digo que “más de mil y menos de veinte mil”, para dejarlo en una confortable zona de vaguedad. 
Pero es que para mí la idea de “tener una biblioteca” implica una determinada voluntariedad, una sistemática. Algo de lo que carece por completo la acumulación de libros que pueblan mi casa. Que, además, no son todos míos, aunque a estas alturas sería casi imposible señalar con certeza quién es el propietario de cada uno. Para mí una biblioteca es, sobre todo, un artefacto mental, el empeño de poseer unos libros determinados, seleccionados por su mérito (literario o de prestigio), o por sus características físicas (entraríamos ahí en el terreno de la bibliofilia). Subrayo el término poseer porque si algo me caracteriza como acumuladora de libros (obsérvese que evito decir “dueña de una biblioteca”) es mi tendencia a compartirlos. Una tendencia que con el paso de los años ha revelado ser devastadora, porque en la actualidad, la mitad de las veces que busco un libro –un libro que me consta que tengo─, no está. Es más, si repaso las estanterías puedo constatar que faltan muchos de mis libros preferidos. En cambio, los que menos me interesan, esos que he adquirido porque me los han regalado (el haber trabajado en el mundo editorial tiene eso, que te acaban llenando de libros que a menudo te importan bien poco) siguen ahí. Y hay ausencias que me dejan atónita. ¿Cómo explicar que haya en mi estantería un Vargas Llosa que considero menor como Travesuras de la niña mala y no esté La ciudad y los perros? Uf, suspiro de alivio porque al menos sí que están los dos volúmenes de Conversación en la Catedral, esos de la edición de 1969 que recuperé de la biblioteca paterna. Me hago el firme propósito de no volver a prestar ni un libro, propósito que sin duda olvidaré en cuanto me encuentre con un lector entusiasta. 


De Tolstói a Wodehouse, faltan más de los que están

Eventualmente, desde luego, puede ocurrir que alguno de estos libros faltantes esté en otro lugar de la casa. Porque, aunque la colocación de los libros sigue un orden bastante claro, una vez alguien coge el libro de la estantería, no hay ninguna seguridad de que lo devueva a su lugar exacto. En esencia, los libros están distribuidos por temáticas, con tendencia a que cada habitación -o cada pared- albergue una distinta. En algunos casos la adscripción es lógica (los libros de cocina, en la cocina), mientras que en otros es totalmente arbitraria (en el comedor hay toda una estantería dedicada a la poesía, mientras que en el recibidor campan a sus anchas las biografías y la ciencia ficción; el dormitorio está reservado a las novelas policiacas: no quieran ver en ello ninguna doble intención). Aunque hace años solía separarlos también por idiomas, me di cuenta de que no era práctico, porque al cabo del tiempo no podía recordar en qué idioma leí determinado libro, de modo que ahora están todos juntos, por orden alfabético de autor. Seamos cosmopolitas. Una de las "secciones" a la que le tengo mayor cariño es la de libros de arte y de fotografía: esos sí que no se los dejo a nadie (bueno, también hay que decir que la gente no suele pedírtelos).

Los libros de arte (parte de ellos)

En realidad, añoro las bibliotecas perdidas, esas que han ido jalonando mi vida y en las que me he formado como lectora. Los volúmenes encuadernados en gris de Wodehouse en la biblioteca de mi abuela, los libros rojos de Guillermo Brown en la casa de mi infancia, que sucedieron a la enciclopedia El mundo de los niños, cuyos primeros volúmenes acabaron por completo descuajaringados de tanto ser leídos y releídos, las novelas policiacas de la casa de veraneo, o las ediciones baratas de esa casa de la playa donde descubrí a "El Zorro"... Aún recuerdo el peculiar olor a humedad de aquellos libritos de papel amarilleado. Esos centenares de libros que se han perdido en la nebulosa del pasado son los que componen mi verdadera biblioteca. Ausentes en lo físico, ciertamente, pero todos ellos ocupan en mi mente un lugar muy real. Porque de los libros leídos no sólo dejan huella las historias que cuentan, sino también los propios volúmenes que sostuvimos entre las manos con tanta devoción. Una verdadera biblioteca mental, una selva de libros por la que podría perfectamente encontrar mi camino sin tener que lamentar, a diferencia de lo que ocurre con la biblioteca física, ninguna ausencia. Todos están ahí. Para siempre.

16 comentarios:

  1. ¡¡Me ha encantado ver tu biblioteca!! Yo también tengo una sección de libros de arte mezclados con los de "trenes" del ingeniero...

    Y si, Travesuras de la niña mala es espantoso..tu has dicho " menor" pero a mi me parecio horroroso. Y tienes que recuperar La ciudad y los perros, sin falta.

    Voto por una nueva serie sobre bibliotecas en otoño.

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    1. Haciendo memoria, creo que "La ciudad y los perros" se lo llevó mi hijo a Alemania. Buena cosa, por un lado, porque lo habrá leído. Mala cosa, porque a saber si volverá alguna vez...

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  2. He seguido con verdadera pasión esta serie de entradas, y espero que haya una segunda parte con otras ocho bibliotecas abriéndose a los ojos del lector. No deja de resultarme divertido que, en este preciso momento, mi biblioteca (léase colección de volúmenes, ajuar editorial, o biografía en libros) sea una inmensa montaña de desorden sólo comparable al foso abierto en una excavación arqueológica. Resultado de la ultimísima mudanza. A saber cómo se reorganizarán los libros, si necesitarán la ayuda de una mano humana para encontrar su lugar o si echarán raíces en el lugar menos apropiado de la casa.

    Lo dicho, un placer.

    Couto.

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    1. Gracias, Couto, por tu comentario y por ser un seguidor de esta serie. Ánimo con la reorganización de tu biblioteca, a lo mejor es la ocasión para pensar un orden totalmente inédito.

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  3. Encantada de conocer tu biblioteca. Gracias por dejarnos entrar en tu casa y en tus libros.
    Saludos.

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  4. Gracias por tu biblioteca y por toda la serie. Yo también tengo libros de arte, de cine, tebeos...no solo de literatura vive una!!

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  5. Qué bueno, veo que tienes a Mafalda con los libros de arte. Yo la tengo con Cortázar y Lezama Lima. Habría que reivindicar para ella un código propio en la CDU. :-)
    He leído todas las entradas de la serie con mucha curiosidad, y añado mi voto al de Moli para una segunda entrega en un futuro.

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    1. Totalmente de acuerdo en que Mafalda es inclasificable y debería tener una categoría propia. Pero me temo que en mi caso está entre los libros de arte porque alguien debió de dejarlo allí, quizás pensando que dado el tamaño, su lugar más lógico era ese.

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  6. No ha podido tener mejor final está magnífica serie que presentarnos tu biblioteca. Sin embargo, me he quedado con ganas de más. Saludos

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  7. Pues ha sido un placer enorme disfrutar (y participar) de tantas bibliotecas anónimas pero tan próximas. Me han enseñado algo más de algunos blogueros conocidos y me han abierto la posibilidad de conocer a otros en su formato más personal.
    Un aspecto a destacar también: la variedad de estanterías donde dejar reposar los libros.
    Un saludo

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  8. Visto el clamor colectivo que pide una continuación de la serie, no lo descarto. Aunque yo había pensado hacer otra cosa, también participativa... En fin, prefiero no adelantr nada. Dejemos que pase el verano y luego decidiremos.

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  9. Entonces habremos de pensar que tu casa es como la de Peter Kien, el protagonista de "Auto de Fe" de Elías Canetti, el sinólogo que vive en una casa de 4 habitaciones forrada con 25.000 volúmenes en todas y cada una de las paredes... :-)

    Y bueno, respecto de las "sub-bibliotecas" simplemente serán como pedazos de ti que has ido dejando en lugares que han sido importantes para ti. Aunque la faceta acaparadora de todo bibliófilo) se verá insultada por esos brotes cercenados de la biblioteca principal, creo que tu corazón se alegrará.

    Hace tiempo que tengo claro que en toda una vida no podría releer todo lo que tengo. Ya he logrado que no me importe ni me agobie. Como dice el otro "Lo estoy dejando".

    Solo resta felicitarte otra vez por esta serie que ha satisfecho nuestros mas libidinosos instintos librescos y literarios.

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    1. Gracias por el comentario, Óscar. Me gusta esa idea de las bibliotecas perdidas como pedazos de mí que voy dejando por ahí.

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  10. No suelo dejar muchos libros, y cuando a alguien le quiero dejar un libro, suelo comprar un duplicado y regalárselo. Así me ahorro decepciones a la hora de recuperarlos, y además regalando un libro a un amigo siempre se queda bien.

    Respecto a la cifra de tus libros -que insisto un poquito- como ingeniero me parece que el posible "error" es bastante amplio (típico de los de letras) ;P
    En números sería 10500 +/- 9500
    Me veo en un plano esta estimación y me caigo al suelo ja,ja

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    1. Ja, ja! Me hace gracia eso de que te hayas quedado a cuadros con eso de la cifra de mis libros. Evidentemente, si doy una cifra tan sumamente vaga (hasta yo, que soy de letras, me doy cuenta del absurdo) es porque me niego a cuantificarlos. Si realmente te corroe la duda, te animo a venir a casa y contarlos, uno por uno. Aunque tampoco soy capaz de calcular cuánto tiempo te llevaría eso ... ;)

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  11. Gran entrada, me ha encantado que nos abras las puertas a tu biblioteca (y a las demás también, ya te lo he dicho muchas veces). Ahora conocemos mucho mejor el trasfondo de Notas para lectores curiosos :)

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