John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

sábado, 12 de mayo de 2012

EL TÍTULO MÁS CORTO

Fuenteovejuna, en un montaje del Teatro Clásico Nacional
Destacar la importancia del título para la obra literaria es caer en la obviedad. El título es tarjeta de presentación, resumen, reclamo publicitario, arma de seducción... y mucho más. La obra literaria puede prescindir de muchas cosas, puede cambiar de soporte, de formato, pero no puede ignorar la importancia fundamental de un buen título. Pero, ¿cómo elegir el título adecuado? A veces, el título es lo primero que el autor tiene en mente, casi antes de saber de qué tratará su obra. Otras, no es hasta mucho después de haberla completado que el autor (o, a veces, su editor) da con el título que le parece idóneo. En los títulos, como en todo, también hay modas, y manías. Nos vamos a fijar hoy en un aspecto quizás banal, pero curioso,como es la longitud del título o, para ser más exactos, los títulos más cortos. (Advierto de antemano que lo que sigue son elucubraciones ociosas, puro divertimento que no pretende elaborar ninguna teoría.)
Tradicionalmente, la poesía y las obras de teatro se han prestado a tener títulos cortos, en contraste con la novela que, sobre todo en sus inicios, se sentía obligada a hacer explícito su contenido en el título. Así, mientras que Shakespeare usa títulos de una sola palabra para muchas de sus obras (Hamlet, Macbeth, Otelo), Cervantes, su contemporáneo, le da a su novela un título de una longitud considerable: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Quevedo también emplea en su novela picaresca un título que es casi una sinopsis de su contenido: Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños. Las comedias de Lope de Vega, en cambio, dan prueba de una economía mucho mayor, desde las que constan sólo de un sustantivo y un complemento, como La dama boba, La viuda valenciana, El perro del hortelano o El caballero de Olmedo hasta la muy concisa Fuenteovejuna. Con el tiempo, la moda más bien ha seguido la tendencia de acortar los títulos. Los novelistas del XIX ya se atrevían con títulos más cortos, incluso con algunos de una sola palabra, como Emma o Persuasión, de Jane Austen, Shirley, de Charlotte Brontë o, más cerca de nosotros, Tormento, Tristana o Miau, de Pérez Galdós.

 

En el siglo XX, esta inclinación por la economía titulística se acentúa. Según cuenta Bill Morris en su artículo sobre este tema, editores como Sonny Mehta -prestigioso editor americano, responsable durante muchos años de la editorial Alfred A. Knopf- prefieren los títulos de una sola palabra (y, es de suponer, ejercen su influencia para que los autores los empleen). Son títulos "envidiablemente concisos, memorables, perfectos". Eso, cuando son buenos. Porque a veces se quedan en el terreno de lo vago, o rezuman una falsa trascendencia. Un repaso -no exhaustivo, pero lo suficientemente amplio- de títulos de una sola palabra nos muestra una preponderancia de los nombres de persona. No nos queda duda de quién es el protagonista de Lolita, de Carrie o de Frankenstein (aunque Mary Shelley, fiel a los usos de su época, le añadiera un título alternativo: Frankenstein o el moderno Prometeo; cuestión de dejárselo bien claro al lector). Otros, sin embargo, quieren resumir en una palabra el contenido y, de paso, suscitar la curiosidad de lector. Emblemático en este sentido es el Nada de Carmen Laforet, o también Expiación, de Ian McEwan. Ignoro si Sonny Mehta ha ejercido su influencia sobre McEwan, pero observo que este autor tiene una clara preferencia por los títulos cortos: Amsterdam, Sábado, Solar... Digamos de paso que la economía en los títulos es más propia de los autores anglosajones que de los hispánicos; en castellano el sustantivo suele ir acompañado de su correspondiente artículo.
Sospecho que como reacción a esta moda de los títulos cortos, algunos posmodernos se han pasado al extremo contrario. Así, los años noventa y los primeros 2000 han visto florecer títulos extra-largos como Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer o El curioso incidente del perro a medianoche. Un repaso a las listas de bestsellers más recientes dan como resultado un título que se lleva la palma en cuanto a longitud: Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, de Albert Espinosa. Se diría que quiere contarnos la novela entera en la cubierta.

Carmen Laforet

14 comentarios:

  1. Una entrada muy interesante. Como se menciona en el artículo que enlazas, el récord de brevedad se lo llevan esas novelas cuyo título consiste en una sola letra, verbigracia V de Pynchon.
    A mí los títulos como Algo supuestamente divertido... o El abuelo que bla bla bla me resultan bastante cargantes. Personalmente, yo, al igual que Sonny Mehta, me inclino por la concisión, que me parece lo más "natural" y cómodo para el lector. Puede que Cervantes y Quevedo dieran a sus obras títulos larguísimos, pero lo que nosotros leemos (o no) es El Quijote (ni siquiera mantiene el Don) y El Buscón.
    ¿Y qué hay de los títulos aparentemente breves, o breves sólo en lo visual, como 1984 ó 2666?
    Un saludo.

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    1. ¡Ah, sí, ese del abuelo también hubiera debido figurar entre los extra-largos! A mí también me parecen cargantes estos títulos. En el fondo, resultan más una manera de atraer la atención del lector que un verdadero título.

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  2. Alguna vez me he parado (brevemente ) a reflexionar un poco sobre algo parecido a esto. Creo que (como buen anglosajonófilo) soy más de títulos de una sola palabra o breves en general ("Ubik", de Philip K. Dick, que relei hace poco, me parece un título excelente en el sentido que tu comentas. Cuatro letras. Y además el enigma que resume el libro. ¿Que es Ubik)?
    O bien dos palabras (como mucho con una conjunción): "Pride and Prejudice", "Crime and Punishment". De hecho prefiero conocer la obra de Carroll como "alicia" antes que como "Alicia en el país de las maravillas", que me parece demasiado alrgo.
    Y ya ni hablar de títulos como los de Bukowski ("El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco") llegan muchas veces a aburrirme en si mismos y me generan rechazo hacia la obra.

    En cualquier caso lo realmente importante es lo que transmite el título acerca de la obra, antes de leerla y, sobre todo, después de hacerlo.

    En ese sentido uno de los ejemplos que propones, "Expiación" me parece no bueno, sino excepcional.

    Saludos.

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    1. La verdad es que repasando este tema de los títulos me he dado cuenta de que se podrían hacer clasificaciones bastante divertidas, como la que tu apuntas de títulos "bimembres" (Guerra y paz, Rojo y negro) o los títulos numéricos, como sugiere ENV. Incluso se me ha ocurrido una categoría más rebuscada, como los títulos con colores: Aurora roja, Cosecha roja, Qué verde era mi valle... No desecho hacer otro post.

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  3. Prefiero los títulos breves. Lo más importante es que una vez termines el libro su título te parezca acertado, ejemplo perfecto es como has dicho Expiación y Persuasión. Me gustan mucho los títulos con el nombre del protagonista y los bimembres.

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    1. En efecto, Pilar, con los títulos de los libros hay dos fases. Primero: antes de leer el libro, donde el título debe despertar la curiosidad y atraer la atención del lector. Segundo: una vez leído el libro, en que el lector debe poder reconcer que el título se adapta a lo que ha leído. ¡Y no todos cumplen ambos requisitos!

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  4. Jajaja, muy interesante, Elena. Pensé también en títulos cromáticos hace tiempo. Mi favorito: "Rojo y negro", claro. Me cansan los títulos largos, me parecen pretenciosos, marketinianos y cansinos. Bajo mi punto de vista nunca un título debería ser una frase completa (sujeto+verbo+predicado). Ahí lo dejo.

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    1. Sí, Otto, "Rojo y negro" es buenísimo. Pensando en lo que dices de la frase completa, creo que tienes bastante razón. Una frase completa es una aseveración, tiene algo de final, definitivo, mientras que el tíulo debe ser una promesa por cumplir.

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  6. Estoy también más a favor de los títulos breves, porque a la larga son más fáciles de recordar y creo que perduran más en los lectores, pero de todas maneras también soy bastante tolerante para juzgar estos asuntos, y me parece interesante que de vez en cuando intenten atraer la atención del lector con algún que otro título rimbombante en una estrategia de marketing, y aunque sepamos que seguramente estos títulos no encajarán bien el paso del tiempo. La trilogía de Stieg Larsson en este sentido me parece por ejemplo bastante curiosa, por lo sugerente que suena en cada uno de los títulos.

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    1. Precisamente, los títulos de Larsson han sido en general bastante manipulados (¿quizás porque un título largo se presta más a ser enmendado que uno corto?). El título en sueco del primer volumen, por ejemplo, era literalmente "Hombres que odian a mujeres"; en español se optó por el más suave "los hombres que no amaban a las mujeres" y en inglés -vaya usted a saber por qué- por "The Girl With the Dragon Tattoo".

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  7. Títulos cortos y sencillos son mis favoritos. Hay veces en las que parece que el autor ha pasado más tiempo en pergeñar un título original que en escribir una buena novela...
    Besos,

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    1. Bueno, hay escritores que piensan antes el título que el argumento de su novela, aunque es una manera de proceder que yo no entiendo. A veces, es verdad, parece que la imaginación se les agotó con el título...

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  8. Excelente análisis, me encantó. Gracias por compartirlo. Estoy haciendo un ensayo sobre la obra Expiación y este es un buen tema para agregar.

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