John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

viernes, 14 de enero de 2011

EL HOMBRE QUE QUISO SER SHAKESPEARE

Abundan los falsificadores que han intentado hacer pasar por buenos pretendidos manuscritos de Shakespeare. Sin embargo, sólo William Henry Ireland logró hacer pasar por auténtica una obra de teatro entera y que además esa obra (Vortigern, se titulaba) se estrenara en un teatro londinense, nada menos que el Drury Lane. Cuando esto ocurrió Ireland no tenía más que diecinueve años y su caso no es el de un falsificador cualquiera, pues la suya fue una falsificación llevada a cabo no por afán de dinero, sino por el deseo de llamar la atención de su severo e indiferente padre. Samuel Ireland era un próspero grabador y coleccionista, obsesionado con Shakespeare. Prueba de ello es que en el gabinete de curiosidades que albergaba en su casa figuraba un cuenco hecho con la madera de un árbol que se decía fue plantado por el  bardo inmortal en su jardín de Stratford-upon-Avon (!). William Henry era una decepción para sus progenitores; con inclinaciones artísticas, pero díscolo y mal estudiante, su familia lo consideraba más bien tonto, y su padre había desesperado de lograr nada de provecho de él. Según cuenta un interesante artículo dedicado a él en la revista The Smithsonian, tuvo la idea de las falsificaciones a raíz de un comentario de su padre: "Daría lo que fuese por poseer un manuscrito de Shakespeare". William Henry localizó un libro que reproducía su firma y se aplicó a copiarla, hasta lograr  lo que fingió que era un documento legal firmado por el autor, alegando que lo había encontrado en un arcón de viejos papeles pertenecientes a un amigo que deseaba permanecer en el anonimato. El engaño funcionó, y  no sólo el padre, sino también un experto en documentos antiguos que éste consultó quedaron convencidos de su autenticidad. Ante este éxito, William Henry se fue volviendo más y más audaz y constantemente presentaba ante su padre nuevos hallazgos: cartas, contratos con actores, un poema a su esposa, fragmentos de Hamlet e incluso una versión completa de El rey Lear. Diversos entendidos los revisaron y nadie dio muestras de dudar de su autenticidad. Para entonces, la casa de Samuel Ireland se había convertido en lugar de peregrinación para amantes de Shakespeare, hasta el punto de que Mr. Ireland tuvo que establecer un horario de visitas. No es raro, pues, que cuando el padre expresó su deseo de encontrar una obra inédita de Shakespeare, el hijo se volcase a cumplirlo. Insipirándose en las Crónicas de Holinshed (de donde el propio dramaturgo había tomado más de un argumento), escribió un drama que era poco más que un pastiche de situaciones y personajes del repertorio shakespeariano, Vortigern. Richard Sheridan, propietario del recién ampliado teatro de Drury Lane, solicitó verlo y, a pesar de que albergaba ciertas dudas, decidió estrenarlo en su local. Desgraciadamente, la obra demostró no estar a la altura de las grandes expectativas creadas, y el estreno se saldó con un sonoro fracaso. Para colmo de males, justo dos días antes, Edmond Malone, editor de las obras completas de Shakespeare, publicó un libro en el que analizaba los pretendidos manuscritos de Ireland y los denunciaba como burdas falsificaciones. La controversia estaba servida y el debate continuó durante unos meses hasta que por fin William Henry confesó ser el autor de los manuscritos. Para su sorpresa, su padre se negó a aceptar la confesión y siguió manteniendo hasta su muerte, acaecida cuatro años más tarde, que estaba en poder de los verdaderos originales de Shakespeare. Sin duda le resultaba imposible creer  que el inútil de su hijo hubiera sido el autor de tan grande y completo engaño. Freud, diría yo, hubiera encontrado interesante material de estudio en esta historia.



6 comentarios:

  1. ¡Qué curioso! ¿Ese no es el tema del libro "Los Lamb de Londres" de Peter Ackroyd? Creo recordar que lo leí hace un par de años y trataba ese tema,al menos parte de él,y que yo desconocía que hubiera ocurrido realmente.El libro no me gustó, sobre todo porque apenas hablaba de los Lamb.

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  2. Que historia tan increible, es verdad que es freudiana.
    Me hace gracia lo del gabinete de curiosidades, resulta que en el libro de Manuel Rivas "Los libros arden mal", uno de los personajes tiene un gabinete así llamado, me parece que debía ser una costumbre del XIX y principios del XX, pero no sé exactamente en qué consistia. Elena, ¿tú sabes algo de esto?

    Un abrazo

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  3. Ariodante, no conozco ese libro de Ackroyd, la verdad es que el título no hace pensar que gire en torno a Ireland, sino a los hermanos Lamb. De todos modos, Peter Ackroyd sabe muchísimo sobre Londres y su historia, como pude comprobar en su monumental "Londres. Una biografía" (me gusta la idea de escribir la biografía de una ciudad).

    Laura, cierto, los gabinetes de curiosidades son propios del XVIII y XIX. De hecho, se trataba a menudo de los precursores de los museos. En el British Museum pueden verse algunas colecciones de pájaros disecados, conchas marinas y otros objetos procedentes de gabinetes de curiosidades de ilustrados del XVIII. Pienso que es un bonito tema, quizá me anime a hacer una entrada sobre él.

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  4. Pues creo que sí, es un tema "curioso", además indica que el pasado de ciertos hechos actuales científicamente incuestionables, tuvo otro origen (¿qué eran los químicos medievales? ¿y los espiritistas del XIX?, etc etc), o como mínimo su origen fue muy cuestionado por el pensamiento políticamente correcto de la época..., menos mal que estos hombres y mujeres insistieron, pese a ser perseguidos o desprestigiados.

    Espero que te animes...

    Un abrazo.

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  5. Hola! Acabo de descubrir tu Blog y me parece muy entretenido y con contenido muy interesante. Voy a dar un repasillo a las entradas antiguas. Un abrazo, Alfonso.

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  6. Bienvenido, Alfonso, espero que te guste y seguir viéndote por aquí.

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