John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

sábado, 30 de octubre de 2010

POR ENTREGAS

Muchas de las novelas del XIX se escribieron por entregas y nadie duda hoy en día de que Grandes esperanzas, La prima Bette o Madame Bovary son grandes obras literarias. Es más, la mayoría de los lectores actuales desconocen que esos libros vieron la luz ante todo como folletines, para un público que aguardaba ansioso su entrega semanal para saber qué sería de los personajes que habían capturado su atención. Hoy ya no hay novelas por entregas, pero en cierto modo las series de televisión han recogido el testigo y cumplen una función muy similar. Al igual que entre los folletines había de todo tipo -digamos que había una mayoría francamente mediocre o muy mala, llenos de lugares comunes, giros descabellados de la trama, personajes delineados con brocha gorda y diálogos poco plausibles-, entre las series hay también un amplio abanico donde escoger, desde la "sitcom" más tópica y banal (se me ocurren muchos candidatos) hasta exquisitas recreaciones de época, como Retorno a Brideshead, u obras maestras del guión, como The Wire. Y, emulando de nuevo lo que ya ocurrió con las novelas, cuando una serie alcanza un nivel de popularidad suficiente, su influencia se  irradia a otros campos: la moda, el lenguaje cotidiano, etc.  Antes o después se acaba publicando un libro que retoma sus temas o sus protagonistas, suponiendo que la serie no se inspirase de entrada en una obra literaria. Pero lo que ha pasado con Mad Men -sin duda la serie de calidad más en boga últimamente- es un tanto especial: ¡Roger Sterling ha escrito un libro! Para quien no lo sepa, Roger Sterling es uno de los personajes principales de esta serie, interpretado por el actor John Slattery. Lo curioso es que el libro sale bajo la autoría de Sterling, es decir, del personaje de ficción. El libro se titula Sterling's Gold: Wit and Wisdom of an Ad Man [El oro de Sterling: Ingenio y Sabiduría de un Publicista] y recoge algunas de sus frases memorables en la serie -como "Cuando Dios cierra una puerta, abre un vestido", Sterling es un mujeriego impenitente-, pero también lo que podrían ser sus ideas sobre cómo llevar adelante los negocios y la vida. Como es habitual, incluye una biografía de su autor y el texto de contra indica que "Los comentarios y observaciones de Roger Sterling constituyen una visión privilegiada del mundo de la publicidad, al tiempo que una crónica sobre la vida en Nueva York a mediados del siglo XX." Uno de los periodistas que se hacía eco de esta noticia se preguntaba: "¿Para cuándo un libro escrito por Peggy?". Por mi parte, yo estoy más ansiosa por ver la cuarta temporada de Mad Men, que ya se ha estrenado.

Roger Sterling, el autor




jueves, 28 de octubre de 2010

BIBLIOTECAS DISPERSAS

Nuestra biblioteca personal dice mucho sobre cada uno de nosotros: cuántos libros hay, de qué autores, en qué idiomas, qué ediciones, las anotaciones o subrayados que eventualmente hayamos podido hacer... Se puede elaborar todo un perfil basándose en ella. Esta información es especialmente valiosa en el caso de los escritores, pues sus bibliotecas permiten reconstruir sus lecturas y rastrear sus influencias e incluso sus opiniones.¿Qué pasa con las bibliotecas de los escritores cuando estos mueren? Pues me temo que, salvo casos puntuales de autores archiconocidos en que alguna institución se queda con ella -previo pago, generalmente, de una sustanciosa cantidad- la mayoría acaba dispersándose. Los libros se reparten entre los familiares (si hay suerte) o pasan a engrosar los depósitos de alguna librería de viejo, en espera de nuevo propietario. A veces, ni siquiera la donación a alguna biblioteca logra evitar la dispersión. Mark Twain, por ejemplo, donó gran parte de sus libros a la biblioteca que había ayudado a fundar en Redding, Connecticut. La biblioteca puso esos libros -la mayoría llenos de notas, pues Twain era un gran anotador- en préstamo público y pronto los buscadores de recuerdos se dedicaron a cortar cualquier página garabateada por el autor. Por si fuera poco, en la década de los cincuenta la biblioteca decidió hacer limpieza y uno de los libreros que adquirió esos fondos desechados se encontró con la grata sorpresa de tener en su poder varias decenas de títulos anotados por Mark Twain. Pero no todas las historias acaban así. Gracias a las redes sociales, parte de la biblioteca de un autor americano de culto, David Markson, se está volviendo a reunir. Markson murió hace unos meses y sus libros fueron a parar a una famosa librería de Nueva York, The Strand. Por casualidad, alguno de sus admiradores adquirió alguno y al darse cuenta de que había pertenecido a Markson, y de que estaba lleno de notas -al parecer muy divertidas- de este autor, comunicó este hallazgo a sus amigos. La noticia se difundió rápidamente por las redes sociales y pronto la librería se llenó de fans Markson que rastreaban sus vastas estanterías en busca de más ejemplares que procediesen de la librería de éste. Los fans se coordinaron entre ellos, elaboraron listas e incluso crearon un grupo de Facebook dedicado a reconstruir el catálogo de esa biblioteca dispersa. Seguramente todo esto no sirve más que para dar algo de fama póstuma a un autor minoritario, pero es una curiosa muestra de cómo una biblioteca dispersa puede llegar a reunirse de nuevo. Por cierto, el grupo está abierto a todo aquel en cuyas manos caiga alguna vez un libro que haya pertenecido a Markson. Estad atentos, pues.

lunes, 25 de octubre de 2010

BASKERVILLE

Siguiendo con mi proyectada serie sobre tipografía, hoy le toca el turno a John Baskerville (1706-1775). Nada que ver con el perro del famoso relato de Arthur Conan Doyle, ni tampoco con Guillermo de Baskerville, el personaje de El nombre de la rosa. Aunque quizás Eco pensó también en este tipógrafo -o, al menos, en el tipo de letra que él diseñó- cuando dio con ese nombre.
John Baskerville fue el protipo de ilustrado. Contemporáneo de Voltaire y de Franklin (este último le conoció y se hizo gran admirador de su obra), su interés por las formas escritas proviene de sus inicios como grabador en piedra. Luego, el éxito de un negocio de lacado de muebles -por aquella época hacían furor las "chinoiseries"- le permitió construirse una hermosa mansión en Birmingham, donde residía, y dedicarse a su afición por todo lo relacionado con la tipografía y la imprenta. Su campo de experimentación abarcaba todo el proceso de impresión, hasta el punto de que llegó a fabricar su propio papel y su propia tinta. Entre 1757 y 1774 imprimió 53 obras (la mayoría clásicos, entre ellos autores como Virgilio y Milton), que llamaron la atención por lo armonioso de su composición, por su novedoso tipo de letra y por la nitidez de la impresión. Una de las características distintivas de sus portadas eran los títulos en caja alta, con letras ampliamente espaciadas. En 1763, la Universidad de Cambridge le encargó la que sería su obra más importante, una Biblia en folio. Sin embargo, los desvelos de Baskerville no encontraron mucho eco entre sus contemporáneos y, a su muerte en 1775, su viuda tuvo que poner a la venta todo el material dejado por su marido, que fue adquirido por Pierre Beaumarchais para imprimir las obras completas de Voltaire. Esto último hubiera llenado de orgullo a Baskerville, quien como buen ilustrado era un ateo militante, hasta el punto de que a su muerte encargó que le enterrasen en el jardín de su casa, de pie en una urna, y redactó el siguiente epitafio para su tumba:

Stranger,
Beneath this cone, in unconsecrated ground,
A friend to the liberties of mankind directed his body to be inurned.
May the example contribute to emancipate thy mind
From the idle fears of Superstition,
And the wicked Act of Priesthood!

[Forastero,
Bajo este cono, en tierra no consagrada,
Dictó que se enterrase en una urna su cuerpo un amigo de las libertades del hombre.
¡Quiera este ejemplo contribuir a emancipar tu mente
De los miedos ociosos de la Superstición.
Y de los viles Actos del Clero!]

Durante muchos años, los tipos de Baskerville quedaron olvidados, hasta que en 1917 el diseñador americano Bruce Rogers los recuperó y adaptó en Estados Unidos; poco después Stanley Morison haría lo mismo en Inglaterra. Hoy en día, la Baskerville es una fuente ampliamente utilizada, con numerosos derivados y variantes.

jueves, 21 de octubre de 2010

LOS E-MAILS COMPLETOS DE STIEG LARSSON

Está a punto de salir en el Reino Unido una nueva edición de las obras de Stieg Larsson. Podríamos decir que se trata de las obras completas, ya que la caja en que se presentan contiene los tres volúmenes que componen la Trilogía Millenium junto con un volumen considerablemente menos extenso titulado: Afterword. Stieg Larsson: Four Essays and an Exchange of Emails (Epílogo: Cuatro ensayos y un intercambio de e-mails).  Este volumen complementario contiene ensayos de diversas personas que conocieron al autor, entre ellas su editora sueca, Eva Gedin, así como los e-mails intercambiados entre ésta y el autor, además de algunos mapas y fotografías.
Es el primer caso que conozco -si alguien tiene noticia de otros, me gustaría mucho saberlo- en que se recopilan los e-mails de un escritor, al modo en que hasta ahora se solía recoger la correspondencia de los escritores consagrados. ¿Será éste el futuro? Cuando uno piensa en la cantidad de e-mails que la mayoría de nosotros solemos despachar diariamente (desde luego ayuda mucho la facilidad e inmediatez del medio), no puede por menos que compadecer a los pobres estudiosos a los que les toque compilar los "e-mails completos" de Salman Rushdie, por poner un ejemplo. Y no es un ejemplo al azar, porque al parecer este escritor tiene un acuerdo con la biblioteca de la Emory University de Atlanta, Georgia, por el cual esta institución se queda con sus ordenadores (el disco duro, evidentemente), cada vez que el escritor cambia de aparato.

martes, 19 de octubre de 2010

ALGUNOS RECHAZOS NOTABLES

La mayoría, si no todos, los aspirantes a escritores -cuando digo escritores me refiero a escritores publicados, se entiende, porque escribir lo hacemos todos- han pasado antes o después por la experiencia del rechazo. Circulan muchas anécdotas al respecto, de las que quizá las más conocida -y posiblemente la más trágica- sea la de John Kennedy Toole, cuyo manuscrito de La conjura de los necios cosechó un rechazo tras otro hasta que el autor se suicidó. Sólo después de su muerte, la persistencia de su madre consiguió que una pequeña editorial universitaria, Louisiana State University Press, la publicase. La novela, como todos sabemos, se convirtió en un gran éxito y Toole obtuvo el Premio Pulitzer a título póstumo (11 años después de su muerte, casi nada) en 1981. El curioso título deriva de una frase de Jonathan Swift:   "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo conocerás por esta señal: los necios se conjuran todos contra él." ¿Estaría hablando de los editores, quizás?
Pero, para consuelo de aspirantes a escritores y crujir de dientes de editores, hay que decir que otras muchas novelas han sido rechazadas por prestigiosas editoriales para luego ser rotundos éxitos.  Nada menos que André Gide rechazó el manuscrito de Proust, En busca del tiempo perdido, cuando trabajaba para la prestigiosa editorial Gallimard. Proust, que no tenía precisamente problemas de dinero, consiguió que Grasset publicase el primer volumen de su ciclo novelístico corriendo él con los gastos de edición. Luego ya no hizo falta que pusiese dinero, naturalmente, e incluso Gallimard se disculpó e intentó recuperar al escritor.
Y una anecdota más: algunos autores de la editorial americana Farrar, Straus solían hacer de lectores. Hacia 1980, Roger Straus le pidió a Susan Sontag que leyese dos novelas: El día del juicio de Salvatore Satta y El nombre de la rosa de Umberto Eco. Sontag le recomendó que comprase las dos, pero Straus no quería publicar dos traducciones del italiano. “¿Cuál elijo?”, le preguntó. Sontag dijo que la que más le gustaba era la de Satta y esa es la que compró Straus. El día del juicio vendió 2.000 ejemplares, mientras que El nombre de la rosa se convirtió en un best-seller mundial. Todos tenemos nuestros momentos malos.

viernes, 15 de octubre de 2010

TONY BLAIR Y EL SEXO

No puedo resistirme a añadir a lo ya explicado en una entrada anterior sobre el "Bad Sex Award" la noticia que hoy recoge el Telegraph (con bastante mala idea, todo hay que decirlo, sólo hay que ver la foto que incluyen): aunque la lista oficial para los candidatos al premio de este año no se hará pública hasta la semana próxima, fuentes bien informadas confirman que Tony Blair figura en ella con sus memorias A Journey. La noticia reproduce parte de las líneas que han motivado que sea incluido en esa lista -generalmente reservada a obras de ficción, pero en este caso los organizadores parece que harán una excepción- y, francamente, no conozco las del resto de candidatos, pero mi impresión es de que tiene bastantes puntos para ganarlo.

"On that night of 12 May 1994, I needed that love Cherie gave me, selfishly. I devoured it to give me strength. I was an animal following my instinct..." [traducción tentativa: "En esa noche del 12 de mayo de 1994, necesitaba el amor que Cherie me daba, egoístamente. Lo devoré para que me diese fuerzas. Era un animal siguiendo mi instinto..."]

jueves, 14 de octubre de 2010

CUESTIÓN DE LETRAS: STANLEY MORISON

Aunque el libro es un invento muy antiguo, los diferentes métodos para fabricarlo no han cesado de evolucionar. Uno de los cambios más relevantes, a finales del siglo XIX, fue la introducción de las máquinas de composición o linotipias. A diferencia de los tipos móviles utilizados hasta entonces, estas máquinas usaban metal fundido para formar las letras: la Monotype lo hacía letra por letra, mientras que la Linotype formaba líneas enteras, de modo que si había que introducir una corrección, era preciso componer de nuevo toda la línea. Un procedimiento que ahora puede parecer trabajoso, pero que en su momento supuso un gran adelanto. Aunque estas innovaciones plantearon también la necesidad de tipos de letra más adecuados al nuevo medio.
Y aquí es donde entra en escena Stanley Morison. Nacido en 1889 en Wanstead (Inglaterra), Morison se vio forzado a abandonar muy joven la escuela para trabajar como oficinista. Sin embargo, pronto desarrolló un gran interés por la imprenta y el diseño (uno de sus primeros trabajos fue como asistente editorial de la revista Imprint). Después de la Primera Guerra Mundial, que pasó encarcelado -era pacifista y objetor de conciencia-, se asoció a la Cloister Press y fue uno de los fundadores de la revista de tipografía The Fleuron. Allí publicó su obra más influyente -un verdadero clásico- Los principios fundamentales de la tipografía, en la que sentaba las bases de lo que sería la tipografía moderna. En 1922, la Monotype Corporation le contrató como asesor tipográfico y Morison llevó entonces a cabo un formidable programa de recuperación de tipografías clásicas, como la Garamond o la Bembo, así como de creaciones contemporáneas que, a lo largo de diez años, posibilitó que la firma dispusiera de una de las más vastas librerías de tipos de la época.
Si bien todos sus diseños han tenido una gran difusión, hay uno que seguramente han visto más millones de personas que ninguno.  En uno de sus artículos, Morison argumentó que la tipografía que utilizaba el periódico The Times era anticuada y poco legible. Entonces, los dueños del periódico le animaron a que diseñara una más adecuada. Así, en 1929, Morisón pasó a colaborar con el periódico y creó para ellos el que sería su tipo más famoso, la Times New Roman. Tomó como base para ello una antigua fuente llamada Plantin, que modificó para lograr una mayor legibilidad y economía de espacio. Puesto que el tipo de letra que utilizaba hasta entonces el periódico se conocía como Times Old Roman, Morison bautizó su nuevo diseño como Times New Roman, y se utilizaría por primera vez el 3 de octubre de 1932. El Times se imprimiría en Times New Roman durante 40 años, pero a partir de 1972 los cambios tecnológicos hicieron que el diseño original fuese alterado. Sin embargo, todas las fuentes que ese diario ha empleado desde entonces han sido variantes de la original diseñada por Morison. Editor e historiador además de tipógrafo, Morison fue asimismo durante muchos años editor de la historia del Times y, desde 1961 hasta su muerte en 1967 a la edad de 78 años, miembro del equipo editorial de la Encylopaedia Britannica. La huella de Morison en la tipografía y diseño de tipos todavía perdura. Piénsalo cada vez que elijas una Times como fuente de los textos que escribes en tu ordenador. 

(Me ha sido muy útil para la elaboración de esta entrada la completísima web sobre tipografía Unos tipos duros. Vale la pena visitarla si os interesa el tema.)


martes, 12 de octubre de 2010

HIELO Y FUEGO


La tumba de Borges en Ginebra.
(Foto cedida por Musa Ammar Majad)

Para cerrar esta serie de entradas dedicadas a la Feria de Frankfurt, una anécdota. El país invitado en 2010 ha sido Argentina, y en 2011 será Islandia. Como es costumbre, en el curso de esta feria se llevó a cabo un acto en el que el país invitado de este año cedía el testigo al del próximo. Los programas anunciaban  que la ceremonia giraría en torno a "los lazos literarios que unen a Argentina e Islandia". ¿Lazos literarios? A priori, no resulta fácil imaginar cuáles pudieran ser. Sin embargo, los argentinos lograron hacer la conexión, apelando a ese grande de sus letras, Jorge Luis Borges. Y es que la última gran traducción de Borges fue la del poema islandés del siglo XIII, la Edda de Snorri Sturluson, escrita en un momento en que el islandés era muy similar al anglosajón antiguo. Un lenguaje que Borges estimaba tanto que en su tumba hay grabada una frase -"and ne forthedon ná" (algo así como "y no temerán nada")-, que procede del antiguo poema inglés "La batalla de Maldon".

Veremos qué sorpresas nos depara el protagonismo de Islandia en la Feria de 2011, un país que en estos momentos cuenta sin duda con más escritores policiacos por metro cuadrado que ningún otro. Un fenómeno curioso, si se tiene en cuenta que la tasa de homicidios por año en Islandia es de no más de uno. Y encima, lo más probable es que ese único cadáver no sea consecuencia de un maquiavélico plan cuidadosamente diseñado (como quisieran las novelas), sino de una riña entre borrachos.
Para saber más sobre ese país de hielo y fuego, dos libros imprescindibles: Cartas de Islandia, de W.H. Auden y Louis MacNeice, el singular viaje de dos poetas ingleses en la década de 1930 y -más cercano a nosotros en tiempo y espacio- La isla secreta: un recorrido por Islandia, de Xavier Moret.

domingo, 10 de octubre de 2010

FERIA DE FRANKFURT: FAQ

Es sin lugar a dudas la Feria del Libro con mayúsculas, la más grande y la más importante del sector, donde se dan cita todas las nacionalidades y todos los tipos de edición (literaria, de arte, técnica, religiosa, infantil, cómics, audiolibros, libros electrónicos y un largo etcétera). Las estadísticas por sí solas ya dan un poco de vértigo -7.500 expositores, pertenecientes a más de 100 países, y un total de visitantes que supera los 300.000-, pero para el que no haya estado allí cuesta imaginarse lo gigantesca que resulta. Las distancias, por ejemplo, son enormes: dividida en grandes pabellones, para trasladarse de uno a otro conviene optar por la "via mobile" (como en los aeropuertos) o por los autobuses que hacen de forma incesante la conexión entre ellos, si no se quiere acabar agotado al final de la jornada. Aún así, llegar desde la entrada principal al pabellón más alejado, el 8, supone fácilmente unos veinte o veinticinco minutos a pie. 

Los que sólo oyen hablar de esta Feria en las noticias suelen hacerse una idea un tanto vaga de lo que todo esto representa. Me he permitido por lo tanto elaborar una pequeña lista de FAQ, que confío aclaren algo algunas ideas falsas que la gente suele hacerse.
-¿Se venden muchos libros en la Feria de Frankfurt?
Rotundamente, no. Es más, la venta de libros está prohibida, a excepción del último día de feria (antes estaba prohibida siempre, pero los organizadores tuvieron que rendirse ante la evidencia de que la mayoría de los expositores no deseaban acarrear de vuelta a casa los libros que habían traído y acababan regalándolos o vendiéndolos bajo mano). Aunque los stands están llenos de libros, son sólo de muestra, pues la Feria de Frankfurt es una feria de derechos, en la que lo único que se negocia es la propiedad intelectual sobre las obras. Es una feria para profesionales del sector, no para el público comprador de libros.
-Si soy un escritor, ¿puede ser la Feria una buena oportunidad para encontrar un editor?
No, mejor olvídate de eso. A Frankfurt los editores van a negociar con otros editores (de otros países, habitualmente) y con agentes. Pero no es el momento ni el lugar para presentarles un manuscrito. Los editores que asisten a la Feria suelen tener la agenda llena de citas, y no tienen tiempo material de atender a autores noveles.
-¿Cuál es el papel de los agentes en la Feria?
Podríamos decir que Frankfurt representa uno de los momentos álgidos en la actividad de los agentes literarios. En un inmenso Agent's Center, una sala llena de mesitas ordenadas en filas y numeradas, se sientan cientos de agentes, que durante todo el día va recibiendo a editores de todo el mundo. En una especie de curioso "speed-dating", cada media hora tienen ante sí a un editor distinto, al que intentan convencer de las bondades de los autores a los que representan y conseguir así que adquiera los derechos de edición. Esto, claro, siempre que no estemos hablando de autores de grandes ventas, en cuyo caso se invierten las tornas y son los editores los que tratan de persuadir al agente -por regla general mediante una oferta con muchos ceros- de que ellos son la mejor opción.  
-¿Es posible visitar la Feria si no se es profesional?
En principio, hay que pertenecer a algún estamento relacionado con el negocio del libro para entrar en la Feria (siempre previo pago de entrada, desde luego). Sin embargo, el fin de semana se permite la entrada del público en general. Y no resulta tampoco difícil conseguir una entrada entre semana, ya que las categorías profesionales que tienen cabida son tan amplias (libreros, bibliotecarios, traductores, maestros...) que casi cualquiera puede afirmar pertenecer a alguna. Eso sí, las entradas son caras.


En cualquier caso, la Feria de Frankfurt 2010 cierra hoy sus puertas. Atrás quedan muchos encuentros, muchos descubrimientos, muchas compras y muchas ventas. Sus resultados llegarán seguramente a nuestras librerías en los próximos meses, y entonces se verá si los elogios de tal o cual agente eran justificados, o si las cantidades astronómicas pagadas por determinados autores se traducen en ventas igualmente estratosféricas. Y así, hasta el año que viene.

martes, 5 de octubre de 2010

FERIA DEL LIBRO DE FRANKFURT, 1564

Catálogo de la Feria de Frankfurt de 1573
Está a punto de inaugurarse la Feria del Libro de Frankfurt, la más grande de las Ferias del Libro y también la más antigua. Porque "sólo" han pasado 61 años desde que se reanudara tras los descalabros de la Segunda Guerra Mundial, pero desde el siglo XVI esta ciudad junto al río Main reunió a los editores y comerciantes del libro de toda Europa -ahora el alcance es global- y se convirtió en el centro del comercio del libro impreso (no en vano Gutenberg tenía su taller a pocos kilómetros de allí). A los sufridos editores que estos días se arremolinan en las entradas y corren pasillos arriba y abajo debería servirles de algún consuelo recordar que, en aquellos tiempos, la feria tenía lugar dos veces por año, por Cuaresma y por San Miguel. Frankfurt era entonces una ciudad imperial y estaba por ello libre de las complicadas tasas aduaneras y regulaciones que dificultaban el viaje y el traslado de mercancías desde otras ciudades europeas. La situación de Frankfurt, junto a un río navegable y en una importante encrucijada de caminos, la hacía fácilmente accesible desde diversos puntos de Europa: Italia, Francia, los Países Bajos...Muchos viajaban por carretera hasta Colonia y desde allí por el río hasta Frankfurt, donde se instalaban nada menos que dos semanas; durante la primera, se intercambiaban noticias y se examinaban los libros de unos y otros, mientras que durante la segunda se cerraban tratos y se ajustaban cuentas utilizando como moneda florines renanos, notas de pago o cartas de crédito. Si ahora los editores se quejan de haber de permanecer en la feria de miércoles a domingo, imagínense lo que era en aquellos tiempos.
El volumen de libros también ha aumentado notablemente, por supuesto. El primer catálogo impreso que se conoce de esta Feria data de 1564 y contiene 256 libros impresos en diecinueve ciudades, entre ellas algunas tan alejadas como Coimbra o Budapest. Algo de camino se ha recorrido desde entonces, pues la feria actual expone más de 400.000 títulos. Pero lo que no ha variado es la naturaleza humana: ya en aquellos inicios hizo su aparición la piratería, en forma de imitaciones del catálogo, hasta que el ayuntamiento de Frankfurt tomó cartas en el asunto y produjo en 1598 el primer catálogo oficial de la feria. Nada que ver, seguro, con el actual.
Una (pequeña) parte de los edificios de la Feria de Frankfurt.